19 de junio de 2020

La realidad bajo la alfombre

Abril de 2014.
Llegue con sueños, convicciones y mucha vida a ese lugar que hasta la fecha me ha dado de luz y tinieblas.
Allí está la persona que cambio mi destino. No lo digo con un afán romántico aunque podría, sino mas bien, por la gran miseria que descubrí dentro de una fachada de corrección y virtud.
Una institución verde (Yo le diría amarilla, por su desequilibrado sentido de la moral, pero en fin...) que contiene en su gran receptáculo a gente que esta bordeando en la sociedad, a punto de caerse, a una de no ser parte, a metro de la muerte y el hastío.
Resulta curioso enfrentarse a quemarropa con lo moral, lo ético. Allí esos conceptos se mimetizan con el entorno y es entonces cuando todo cambia, cuando todo se pudre y se tiñe de relatividad.
La justicia en ese lugar no existe.
Que extraño amar a alguien en un ligar como ese; porque lo amo, aunque la vida me haya puesto vaivenes, él de todo lo que he conocido es lo único que se le asemeja al amor, a la lealtad, a las convicciones y a la vida, él es la vida misma.

A 6 años de aquello, el sentido justicia se vuelve carne y no precisamente de una manera favorable. 
Dicen por ahí que no sabes de justicia hasta que te toca pedirla.  Nadie tiene ojos cuando otro es el que la vive, a menos que sea una realidad desgarradora; inclusive así tampoco existe.

Todavía no logro entender que es lo que debo aprender de todo esto, de esta gran muralla que no podemos atravesar. Por si no lo dije o no se entendió, si desistí, si quise dejarlo todo, si estuve sola, si fui libre, si camine otros caminos... Pero es que cuando el hogar se siente con el alma, no hay nada que lo reemplace ni con dinero, comodidades, lujos, posiciones sociales... nada eso tiene sentido.

Como decirte ahora, Bladimir, que no hay esperanza que por mas sacrificio y buen camino no tienes esperanza. Es como cuando tienes una enfermedad terminal pero aun cuidándote sabes que vas a morir. Me has sostenido todo este tiempo, he aprendido a ser fuerte en todos los ámbitos de la vida. Pero a veces, el amargo sabor de la injusticia me mata.

Espero no morir esperando, porque este vacío no se llena con nada y la injusticia envenena el alma, las ganas, la rabia.  He aprendido y tu también a ser calmos, a esperar, observar y detenernos; la vida no es fácil para muchos y quizás existan muchos peores.  A veces siento que no hay cura.

A veces siento que este pacto de amor debe cerrarse solo si nos vamos juntos a volar al cielo.

quizás nadie sepa que hay en mi corazón, que hay bajo la alfombra, cuanta lucha llevamos juntos. 
No me interesa que lo sepan, nadie puede ayudar.
Quienes pueden, prefieren tomar distancia, no vaya a ser que terminen metidos en lo mismo.

el abismo se esta acercando ...

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